Un silencio que
conozco me abriga en el calor y el sosiego de un corazón tranquilo. Su profunda
quietud conlleva la fuerza gozosa y agradecida de mi naturaleza. Me relajo
porque conozco bien este lugar, he aprendido a entrar en calma, aquí mi
alma escucha la eternidad. Este silencio entreteje todo lo que soy en extraordinarios
tapices de entrega porque me sostienen el amor y la comunión. En este paisaje de
horizontes amplios y vastos pulsa todo mi potencial, abrazando lo que soy, lo
que puedo ser y lo que me queda por ser.
También conozco
el silencio lleno de ruido y palabras no dichas, de lágrimas que gritan una
desesperación herida. Ese lugar en el que me ensordecen los gritos silenciosos que viven en las entrañas de mi pasado. Un manto helado pesa sobre mi corazón con desconfianza, vergüenza y el miedo que algún día aprendí. Un silencio que
retiene todo el amor que existe, enmudeciéndolo. Escucho el grito silencioso de un
vacío tan profundo y oscuro que se traga toda la luz, desapareciéndola. Siento
y escucho el sordo golpeteo de un puño apretado que golpea para desmantelar
el ataúd de mi pesada armadura.
Hoy tengo el
silencio con ustedes, amigos míos. El fresco aliento de aire que el viento nos
regala para llevarse consigo el dolor que ya no es real. Un silencio que
conlleva la vitalidad y la memoria de nuestra naturaleza sutil, respirando hondo
el nombre de Dios en nuestros corazones unidos.
Descanso en la práctica de
Reiki que conlleva rituales de quieta interioridad pautada por el canto de campanas y el suave susurro de cuerpos que se dan vuelta, bajo manos
amorosas. Un contacto gentil y bondadoso descansando con dulzura sobre nuestra
cuerpo y alma. Un silencio que da luz a la compasión nacida en la mirada de
otro y la suave curvatura de su sonrisa.
Somos espíritus
afines, unidos en el deseo común de compartir un voto de silencio, en búsqueda
de la comunión que vive en el alma de nuestra amorosa práctica sanadora.
Casa Azul –
Retiro de Silencio con Paul Mitchell
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