La mayoría de nosotros tenemos
una imagen acerca de lo que significa tener un balance de vida. Sabemos lo
valioso que es alimentarse saludablemente, dormir lo suficiente, hacer
ejercicio, tener relaciones interpersonales amorosas y vitales, practicar hobbies,
meditar o realizar disciplinas que aquietan la mente.
Sabemos que esta es la
contraparte que necesitamos para equilibrar la tensión que nos produce trabajar
en ambientes laborales cuya exigencia nunca termina, horarios en los que
siempre 'nos falta tiempo', cumpliendo con deberes familiares, además de vivir las restricciones
naturales que presenta la ciudad de México.
En mi práctica escucho decir a
mis pacientes que intuitivamente saben lo que “deberían hacer” para sentirse
mejor, pero les parece complicado lograrlo. Por ejemplo, cocinar y comer
alimentos preparados en casa, dormir más, leer o hacer ejercicio, convivir y
comunicarse con sus seres amados, apagar la televisión, dejar de pasar horas en
redes sociales.
¿Qué nos indica que tenemos que
hacer algo diferente en nuestra vida? Malestares físicos, emociones difíciles
de manejar o expresar. Sensaciones de opresión, ansiedad, insomnio,
irritabilidad, depresión. Tensión en la relación de pareja, conflictos
familiares o de trabajo. En general, una sensación de desgaste, aislamiento y falta
de sentido de vida.
Es importante darnos cuenta y
responder a los mensajes que nos comunican el cuerpo, las emociones y los pensamientos.
El vivir en equilibrio es una experiencia individual y dinámica. Lo que era
equilibrio ayer ya no lo es el día de hoy porque nuestra vida está en
constante movimiento. Lo cierto es que, somos responsables ante nosotros mismos para responder a nuestras necesidades, sostener la delicada y misteriosa
alquimia de nuestro bien estar y balancear los diversos aspectos de nuestra vida.
Para lograrlo, necesitamos tiempo
y espacio, aunque sean unos minutos al día. Irnos hacia adentro, es decir “regresar
a casa” en nuestro interior, es la forma en la que podemos reconocer lo que está
pasando, percibir las sensaciones que esto nos produce y descubrir lo que
necesitamos. En este lugar podemos encontrar las respuestas a nuestras
preguntas y posibles soluciones a nuestro desequilibrio.
No siempre es fácil aceptar lo
que ya no es vigente, ver nuestra resistencia al cambio y la incertidumbre de
nuevas decisiones y comportamientos. Por ello, te ofrezco una práctica de
respiración muy simple que aquieta la mente, abre la sabiduría y mirada interior.
Siéntate en una posición cómoda,
con la espalda recta y relajada. Descansa ligeramente la punta de tu dedo
índice justo debajo de la nariz (entre las fosas nasales) y siente la ligera
presión que produce. Cuando tu mente se disperse, aplica un poco de presión (esto
ayuda a enfocar la atención). Respira normalmente sintiendo cómo el aire entra y
sale por la nariz. Notarás que tu respiración se profundiza, quizás te lleve a
suspirar.
Hazlo de 3 a 5 minutos (cuando
menos) mañana y noche. Te permitirá estar “en casa” dentro de ti al iniciar tu
día y “regresar a casa” antes de dormir. Después de practicar un tiempo, ya no
será necesario tocar la base de tu nariz. Si eres constante, verás que muy rápidamente
tendrás más claridad acerca de lo que necesitas hacer para vivir una vida
equilibrada.
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